lunes, agosto 13, 2007

Tótem

Ella se acercó al trébol que estaba a lado mío. Lo observó cuidadosamente unos segundos y luego mostró una gran sonrisa, al mismo tiempo que tomaba su cámara y se dedicaba a buscarle todo tipo de poses a la diminuta florecita verde; la verdad es que lo hacía con especial dedicación, quizás porque le pareció increible que pudiera crecer algo de vida a lado de mi cuerpo inmóvil. Así transcurrió toda la tarde, tomando fotos, riendo con una alegría e inocencia que no creí que existían.
Ella solía visitarme muy seguido desde que tenía 7 años, primero se agachaba a varios metros de distancia, escondida detrás de alguna gran piedra, y me veía con gran curiosidad. Yo tenía ya mucho tiempo sin ver a alguien cerca, y a decir verdad, me sorprendió un poco que no huyera al verme ahí parado. Poco a poco se acercaba, para poder observarme con mayor claridad, hasta que finalmente se acercó lo suficiente como para ver las arrugas de mis párpados cerrados. Eventualmente trató de hablarme, suprimiendo el poco miedo que le restaba; a cambio recibió únicamente lo que le regalaba al resto del mundo: silencio.
Desde hace 5 años ella viene varias veces por semana, al parecer disfruta de la soledad que representa estar cerca de mí; aunque me hablaba de su vida, de su alma y de su vacío, jamás le devolví la cortesía de un respiro.
Cuando anocheció, por un momento dió la vuelta, dispuesta a regresar a casa; pero se detuvo después de unos pasos, y permaneció ahí parada unos segundos. El viento acariciaba su cabello negro, la luna era enorme, y a lo lejos se escuchaba el canto de los coyotes. Ella giró lentamente, y quizá sin comprenderlo, decidió quedarse ahí esa noche.
Se sentó a mis pies y dejó su cámara a lado. Tras unos minutos respirando lentamente y viendo las estrellas en el horizonte, estrechó su brazo y tomó mi mano, recargándose en mi fría palma, para después cerrar los ojos con una tranquilidad y calidez que jamás había sentido.
Abrí mis ojos lentamente, volteé a verla, y vi una lágrima en su mejilla, deslizándose por su piel clara, iluminada por la luna nocturna. Por primera vez en mi existencia, sentí calidez en mi cuerpo; después cerré mis ojos, y di mi primer y último suspiro, mientras reinaba un absoluto silencio en ese valle muerto.

1 comentario:

Lui dijo...

quisiera ver esas fotos...