viernes, septiembre 08, 2006

Eres Nada

Caminé hace poco por una vereda en un bosque de pensamientos. Escuche los cantos de las aves, y sentí la caricia del viento cálido. Tras varias horas, me reposé a lado de un roble frondoso, e inmediatamente sentí su energía inhundando mi mente; una energía purificadora, que eliminó inmediatamente de mi las manchas de distracciones que había estado acumulando en los últimos meses. Me sentí tranquilo, regenerado, y observé con claridad el sencillo y hermoso universo que me había secuestrado de mis pesadillas. Era paz, pero a su vez, era una prisión de tranquilidad eterna, en la que yo jamás me podría sentir libre. En vez de aquello, me levanté y me separé con tristeza de aquella energía, y comencé a caminar de nuevo, buscando nuevos árboles, y nuevas veredas. Sentí el caos, el odio, el amor, la venganza, la melancolía, la lujuria y otra infinidad de energías diferentes. Me sentí libre en aquel mar de emociones, pero sin embargo, deseaba aún más. Desterré zonas extensas del bosque, buscando en las raíces el orígen de toda aquella energía. Acabé con los cantos de las aves, y congelé la vitalidad del viento. En poco tiempo, aquél bosque no era más que un desierto, y fracasé en encontrar algo que pudiese explicarme cómo nacieron aquellas emociones, en un valle seco y estéril. Finalmente, encontré un último arbusto, negro y casi podrido, pero aún emitiendo vida, y comprendí que aquella planta era precisamente la que buscaba, a pesar de que ella ya me había encontrado a mi desde antes que ingresara a aquél paraíso. Su nombre era egoísmo.