jueves, abril 28, 2011

Agudizaciones Intermitentes Idiopáticas

Con la paciencia de quien ya no tiene esperanzas en encontrar la cura a su interminable tortura, le comienzo a describir el mal que me ha acechado de manera inconstante durante los últimos años de mi vida...

Al principio los médicos creían que padecía tuberculosis. Y ciertamente cuando empezó todo esto mi respiración fue adoptando un patrón diferente al habitual... Noté que ocasionalmente tenía que respirar de manera más rápida y superficial, esto aunado a la necesidad de realizar suspiros involuntarios con elevada frecuencia durante todo el día, aunque de manera más notoria durante la noche. Les conté también que me aquejaba una molestia en mi pecho... Me preguntaban el tipo de dolor, que si me apretaba o si me picaba, a ambas opciones me negaba... Y es que en realidad nunca me atrevía a calificarlo como dolor... era más bien una sensación de que algo me hacía falta... de que algo no estaba bien. Lo que si llegué a presentar era una opresión fuerte en mi garganta, que no se me quitaba ni con los medicamentos más fuertes en mi botiquín. Poco a poco fui decayendo; con el tiempo llegué a presentar lagrimeo importante en ambos ojos; me dieron todo tipo de gotas pero nada funcionaba; y es que era un lagrimeo a chorros, aunque por fortuna no lo padecía a todas horas del día. A los meses de esto, me di cuenta que mi piel estaba comenzando a afectarse... los vellos de todo mi cuerpo se erguían y se volvían bastante sensibles, la piel se me hacía de gallina. Hace menos de dos años me comenzó a suceder lo peor: en ocasiones despertaba durante la noche o madrugada, bañado en sudor, con la respiración y el corazón acelerados, y una sensación rara de calor en el interior de mi pecho... Con los meses mi productividad en el trabajo también se fue afectando: en vez de realizar los reportes de servicios como era mi obligación, mi escritorio se llenaba de montones de fotografías, de papeles con letras escritas en raras rimas. Fue en ese momento cuando mi familia y mis compañeros de trabajo me convencieron de buscar ayuda profesional. Como dije en un principio, creían que tenía una infección grave, pero después me hice un sin fin de exámenes y todo parecía estar normal. Estaban a punto de enviarme a un hospital grande en otro país, cuando por azares del destino, mientras iba saliendo del consultorio del doctor, te vi pasar por el otro lado de la calle tomada de la mano de tu novio; como por arte de magia negra, todos mis síntomas se incrementaron terriblemente en ese instante; no lograba respirar, mis piernas me temblaban. Alarmado, regresé como pude con mi médico y le conté lo que sentía; después de escucharme en silencio durante un par de minutos, me dijo con expresión seria: —joven, su diagnóstico es peor de lo que pensé... Usted lo que padece es mal de amor. Y para eso, la ciencia aún no encuentra cura—. Aterrado, me fui caminando a mi hogar pensando en el inminente fin que me esperaba. Desde entonces, los montones de papel de mi escritorio se han multiplicado y amenazan con cubrir completamente el resto de mi oficina... El doctor dice que son cartas de amor... Yo no estoy seguro de qué sea eso, pero cuando salen de mis manos siento un poco de mejoría. Gracias a ellas sigo aún vivo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tú eres extraordinario.. nunca lo dudes

Anónimo dijo...

Continuo esperando...

Lui dijo...

y yo también...