miércoles, septiembre 12, 2007

Latte


Estuve sentado ahí por varios minutos, con ese café tan suave y ese humo tan espeso; la música que salía de la puerta a mi lado parecía mover las cabezas de las demás personas que habían en ese patio, pero yo permanecí inmóvil, viendo a ese frondoso árbol, y sintiendo ese tibio viento. Era mi calma, un momento de lucidez entre horas de teorías sociales y técnicas diagnósticas. Cuando terminó la última canción, se levantaron 5 chicas de la mesa que tenía a mi frente; caminaron hacia el norte, llevándose la última onza de murmullo que permanecía en aquél lugar. Vi mi reloj, y proseguí con mi ensayo: palabras, frases y párrafos completos criticando a este sistema patético que derrama como espuma a los recursos que necesitan tantas personas en nuestro país.

Hmm, no continuaré con este melodrama inútil de un momento que en realidad no llevó a nada. El caso es que disfruté ese instante de soledad inundado en mis pensamientos; lo admito, me gusta estar solo una gran parte del tiempo que existo; me gusta jugar con mis emociones y construir percepciones a base de simples colores, ruidos y movimientos; me gusta sentarme y vigilar un punto en el espacio por largos minutos, pensando en absolutamente nada; me gusta saber que por esos escasos momentos, mi vida es independiente de todo lo que sucede en el planeta... pero no me gusta volver a la realidad, aunque adoro el reto que significa enfrentarla.

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