jueves, enero 11, 2007

Antes me encantaban las rosas. El color rojo intenso y la finísima textura de los pétalos que contrasta perfectamente con las agudas espinas que a su vez representan el aspecto más importante de la flor: belleza que duele. Después descubrí las lilias, las petunias, los girasoles, las orquideas y otra infinidad de flores que jamás intentan lastimar. Pero debo admitir que no poseen la misma hermosura que las rosas.

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