Recostado sobre montones de algodón teñidos de sangre, sin sentir absolutamente nada, mi cuerpo yace ahí, inmóvil, frío y pálido. A la distancia me observas, cubierta en lágrimas, y sin poder acercarte; tu calidez atraviesa el infinito y me alcanza, despertándome de mi eterno sueño.
Al verte ahí, estática y en agonía, mi cuerpo reacciona para poder correr a tocarte.
Al verte ahí, estática y en agonía, mi cuerpo reacciona para poder correr a tocarte.
(Del 7 de octubre de 2007)
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