—Vaya, me sorprende que por primera vez en tu vida defiendas tu amor en vez de atacarlo— no estaba dispuesto a dejarme derretir por simples palabras, ya no era el niño de antes; pero a decir verdad, luchaba intensamente contra la necesidad de salir huyendo de ese lugar.
Ella fingió no escuchar lo que dije. Se incorporó y caminó hacia el fuego, arrodillándose ante él.
—El hielo es un arma que requiere mucha práctica para controlar— vi cómo introdujo una mano al fuego y reacomodó la madera ardiente; siguió hablando con calma: —aunque sentir puede ser una debilidad en ocasiones, nadie duda que hay cosas que todos deseamos experimentar; ya sea dolor, o placer.
—Aunque a veces algunos obtienen placer del dolor.
Sonrió brevemente, sin apartar nunca la vista del fuego.
—Eso aparentan algunos— se apartó del fuego y se fue a la cocina. Regresó en un momento con un trapo húmedo envuelto alrededor de su mano. Esta vez no se detuvo a ver el fuego. Continuó:
—Pero lo cierto es que, por más frío que sea, siempre existe una chispa debajo del hielo.
Así estuvimos varios segundos, uno a cada lado de la habitación, mirándonos fijamente a los ojos.
—Afortunadamente no tengo que estar aquí cuando se derrita— Ya no quise soportar sus inútiles comentarios, si quería lastimarme, no iba a permitir que lo intentara. Giré completamente y comencé a abrir la puerta.
—Afortunadamente tampoco yo pienso derretirlo.
Me detuve y giré la cabeza.
— ¿Entonces que quieres?
—Estoy… —bajó un poco la mirada, como si la chispa la quemara por dentro; pero si el infierno no pudo detenerla, tampoco lo haría una chispa. Recuperó sus fuerzas y terminó, más fría que nunca:
—…Embarazada.
(continuará, proximamente)