La fisiología cardiaca continúa su funcionamiento óptimo, ejerciendo poderosas contracciones las cuales vacían de manera enérgica el contenido ventricular... dando así continuidad indefinida a la vida de un anónimo ser.
Camino a la orilla de la nada...
Grito tu nombre, grito el dolor de tu ausencia...
Tus ojos me olvidan, tus oídos me ignoran...
Huyes... Dueles... Hieres...
Isquemia: El corazón arde, quema, oprime... sufre la inesperada carencia del combustible que lo hace latir armoniosamente, amorosamente...
Te veo a la distancia, tus brazos lo aprisionan, tus labios lo devoran...
Tus besos hoy carezco, tus caricias hoy no siento...
No eres más mi miel...
Lesión: Inicia la cascada destructiva... se pierde la función, se disipa el calor... el impulso bioeléctrico salta temerosamente a la siguiente fibra, fracasando, perdiéndose, limitando la fuerza disponible a escasos segmentos aún fuertes, pero incapaces de continuar el estímulo vital.
Por fin te alcanzo, logro tocarte, logro preguntarte...
letal respuesta obtengo... mi luz se apaga, mi esperanza cede...
Tres palabras dices... sin miedo a lastimar...
Lo gritas, me asfixias...
me matas...
Necrosis: Finaliza la insostenible amargura del agonizante órgano de la vida. El ciclo vicioso culmina con la cicatrización irreversible del tejido previamente dinámico, previamente útil, previamente vivo... previamente enamorado...
Adiós amor, ya nunca te veré...
Adiós mi luz, hoy tu memoria yo seré...
Adiós vida, sin ella yo jamás seguiré...
Continúa el resto del organismo con su torpe búsqueda, su lenta reparación... con la siempre presente verdad de que nunca... nada... volverá a ser igual.
Con la única realización de que nunca... a nadie... lograré volver a amar...